En abril de 2025, más de 250 voces se reunieron en Brasilia para imaginar y encarnar un futuro diferente. Un futuro donde la energía no sea mercancía sino vínculo; donde la transición no sea extractivista, sino una transformación viva, feminista y popular. El encuentro “Renew our Power”, convocado por 350.org, fue más que una reunión: fue un acto de siembra colectiva de futuros posibles.
Desde Climate Action Network Latinoamérica, (CANLA) nos sumamos a este espacio como parte de un compromiso más amplio: el de construir justicia climática desde los pueblos, con los pueblos y para los pueblos. Aquí comparto algunas reflexiones que nacieron de este proceso de escucha, conexión y acción.
Despatriarcalizar la transición, regenerar el poder
Renovar el poder significa muchas cosas. Para algunas, fue un llamado a sanar el vínculo con la tierra. Para otros, fue una exigencia de justicia para sus comunidades criminalizadas por defender el agua, la salud, la tierra, la vida. En cada palabra resonó una certeza: la transición energética no puede ser -y nunca será- neutral ni únicamente técnica. Es una disputa por la defensa de la vida.
Hablar de transición sin cuestionar el colonialismo, el patriarcado y el racismo estructural es repetir la violencia con otro color. Por eso, este encuentro comenzó desde el cuerpo y el cuidado, reconociendo que no hay justicia climática sin justicia para los cuerpos que resisten y sostienen la vida.
Territorios que enseñan: cuando la transición nace abajo
Durante las jornadas, se compartieron experiencias profundamente inspiradoras: casas de energía comunitaria, radios populares, bancos de semillas, sistemas de bombeo solar en zonas rurales, redes de mujeres agricultoras y defensas espirituales del agua. Son iniciativas que no caben en los informes de las COP, pero que sostienen la esperanza real de los pueblos.
Estas experiencias nacen del dolor, sí, pero también de la digna rabia y el amor colectivo. De la decisión de permanecer en el territorio y construir autonomía, incluso cuando todo conspira para lo contrario. Aquí, la energía no se mide en megavatios sino en afecto, en soberanía, en resistencia.
Contra la falsa transición: desarmar el greenwashing
El encuentro también fue espacio de denuncia. Se habló del avance de megaproyectos solares y eólicos sin consulta previa, del greenwashing corporativo y del nuevo colonialismo energético, los proyectos de fracking escondidos tras la falsa idea de que “los combustibles fósiles traen desarrollo y prosperidad”. Se cuestionó la narrativa de “transición verde” que excluye a los pueblos y reproduce viejas lógicas de despojo.
La transición no puede ser excusa para imponer modelos extractivistas maquillados de sostenibilidad. No hay hidrógeno “verde” cuando se impone sobre territorios indígenas. No hay justicia cuando el financiamiento climático enriquece a las multinacionales mientras las comunidades siguen sin acceso a energía digna, cuando hay pobreza energética. La transición no es un simple recambio de fuentes de energía. La transición requiere transformaciones que entiendan a la energía como una herramienta y no como un fin en sí misma.

La espiritualidad como herramienta política
En varios momentos, los cantos, los rituales y las memorias ancestrales ocuparon el centro del encuentro. Se recordó que no se puede pensar la energía sin pensar el alma del territorio. Que no se puede hablar de transición sin hablar de duelo, de cuidado, de sanación. Y no, no es un tema de fe únicamente, es un tema de la espiritualidad entendida desde lo territorial y relacional con la Tierra, con los seres vivos que habitan en ella.
La espiritualidad no fue vista como un adorno, sino como una herramienta política profunda. Como una forma de recomponer los tejidos rotos por siglos de despojo y colonización. Las transiciones verdaderas son también procesos espirituales, donde el poder no se acumula, sino se redistribuye en comunidad.
Lo que aprendí en Brasilia
Este encuentro reafirmó varias convicciones:
- Las verdaderas transiciones empiezan en el territorio: no son decretos, son procesos colectivos desde abajo.
- La justicia climática es inseparable de la justicia social, económica, de género y racial.
- La participación de pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes, niños, niñas, juventudes, mujeres, de otras diversidades sexuales y de otros pueblos y comunidades no es opcional ni simbólica; es esencial.
- Necesitamos financiar las soluciones que ya existen y desfinanciar las falsas transiciones.
- La energía es un derecho y una herramienta para la vida, no una mercancía.
- La espiritualidad es fundamental para la transición justa. Sin un cambio de paradigma de relación con la Tierra no hay transición justa.
- La transición justa no es solo para los seres humanos. La transición justa debe contemplar la Tierra y a quienes habitan en ella. No puede haber justicia si no abrazamos a los ríos, a los bosques, a los animales y a los espíritus del territorio.
Sembrar la energía del futuro
La energía del futuro no está en una batería de litio, sino en una comunidad que canta mientras cultiva. No está en el mercado de carbono, sino en la cocina colectiva, en la guardia indígena, en el fogón afro, en el saber campesino.
Renovar nuestro poder es recordar que lo común no se privatiza. Que lo popular no se negocia. Que la vida no se mide en PIB, sino en vínculos. Desde CANLA, nos llevamos la fuerza de este encuentro como impulso para seguir tejiendo, resistiendo y soñando. Porque la transición justa no es una opción, es una necesidad vital. Y porque, como se dijo en Brasilia, el futuro ya comenzó en los territorios.
Por Laura Restrepo Alameda, Oficial de Incidencia- CANLA